El hubiera sí existe ©

El hubiera sí existe, está ahí donde el recuerdo de los agravios marcan las encrucijadas por el camino, montones de piedras que dejamos de tirar porque nos dimos por vencidos; está ahí donde la memoria pasa de vez en cuando, entre sueños, no por eso menos dolorosos, de lo que pudo haber sido. Al final, en el banco del olvido no hay sino la certeza de que tomamos el camino que quedaba despejado, el único; seguir en la senda nos hubiera (sí, hubiera), conducido a un sitio más macabro.

Es posible contar los hubiera del trayecto, al menos unos cuantos: hubiera tomado tu mano para decirte "no quiero que mueras" y de cualquier forma te habrías muerto, cargando además con aquellas palabras dichas tan a destiempo; hubiera tenido tres hijas, rubias de ojos verdes, que me mirarían a los ojos preguntándose lo mismo que yo ("¿quién demonios eres?"); hubiera vivido el despojo de las almas colonizadas que no saben ser sino esclavas, hubiera permanecido callada, sin letras, hubiera estado sin mí.

El hubiera sí existe, está ahí donde los callejones sin salida me hicieron volver hasta hallar una nueva entrada; me habría gustado decir que me fui huyendo, pero no, me fui porque allí no encontré nada. El hubiera sí existe, está ahí donde las puertas se cerraron sin que alcanzara a tocarlas; me alegra no saber lo que ahí hubiera. El hubiera sí existe, está ahí donde sé que yo no hubiera porque soy lo que escribo, lo que hay. 

En blanco y negro ©


El piso, blanco. Blancas las paredes. Blanco el plafón. Luz blanca. Los muebles negros.

Sobre el piso blanco, ella de negro. Zapatos altos. Medias. Vestido corto. Cabello negro. Blanco el prendedor.

La casa es de él. Cliente por primera vez de la puta.

Ella pide un minuto. El baño, negro y blanco. Hay un espejo roto, falta un pedazo.

La recámara. Desnuda es blanca. Ella está sobre la colcha negra. Él llora en la esquina blanca.

El espejo roto, el pedazo faltante. La garganta abierta: sangre gris.