Metáfora vegetal ©


Cuando era niña, solía treparme en lo alto de un árbol de tejocote. Sería más poético decir que era un ciruelo o un jacarandá, pero era un tejocote y, para mí, el ser más hermoso sobre la Tierra. Para llegar a él, era necesario sortear la férrea vigilancia de una vecina: el árbol estaba en el jardín central del condomino donde vivíamos, enrejado por los cuatro costados, prohibido para niños y perros. De cualquier forma, yo siempre lograba escalarlo con un libro en la mano y pasaba las tardes sobre sus ramas, leyendo o acechando a su voluntaria custodia.

Quizá por eso, cuando leí El Barón rampante, muchos años después, tuve la certeza de que Calvino y yo compartíamos el gusto por los follajes. Pero las hojas de aquel árbol escribieron historias más fantásticas que las de los libros y, claro, quedaron impresas dentro de mí. No puedo explicarme de otra manera el modo en el que veo el mundo. Me pienso como árbol: todo a mí alrededor tiene o carece de raíces, brota, echa frutos o se seca. Lo mismo el día que la convicción política, el discurso que la noche, la manifestación o el silencio, la alegría o el amor; todo es  metáfora vegetal.

De mi familia, por ejemplo, puedo decir que tiene raíces fuertes, aunque nunca profundas; es como los eucaliptos, rompiéndo el asfalto de la historia en su afán por pertenecer a un sitio que nunca termina de ser suyo. Gitanos que hacen de sí mismos la tierra donde pasar la vida, semilla aérea. En mí veo sus ramas, incluso aquellas secas, como la abuela de la que no existe un sólo retrato y que surge entre el olvido porque, dicen, su mirada reencarnó en la mía; por eso le echo agua, esperando que florezca, aunque ella quiere tinta y fresas.

1 comentarios:

Mathrocker dijo...

Cuando era niño me encantaba trepar un mezquite que esta en una casa vacía junto a la mía y también a la salida de la primaría trepaba un árbol que me quedaba de camino a casa. Recuerdo que un señor se molestaba porque treparamos ese árbol, a veces nos aventaba piedras e incluso una vez sacó un palo y le pegó a un niño. Tuve demasiada diversión con esos árboles.