Lugares comunes©


Como todos, suelo encontrar aburridos los lugares comunes, incluso esta frase, tan común que es difícil percatarse de que es un sitio; lo sabemos solamente porque todos nos paramos por ahí eventualmente. Pero hay un lugar que es muchos lugares, aunque sea común porque todos lo tenemos: "dentro". 


Nos miramos unos a otros en el intento por escudriñar que hay ahí, dentro de ti, dentro de él, dentro de todos los que no somos nosotros, dentro, bien dentro. Ese lugar tiene más de una puerta y todas esas puertas tienen otra cosa en común: tras de cada una de ellas hay otra puerta, una que es de espejo, que no parece ser una puerta... 

Sí, la clave está en esa puerta detrás de la primera puerta: para mirar dentro del otro, de ese que no somos nosotros, es preciso comprender que estamos frente a un espejo que también es una puerta. Cuando llegamos hasta ahí, hasta esa segunda puerta, luego de un corto trecho (sabemos ya que está enseguida de la primera) encontraremos nuestro reflejo.

Hasta aquí todo parece muy claro, sencillo: se trata de abrir la segunda puerta. El problema es que no siempre sabemos que lo que ahí vemos somos nosotros, atribuimos entonces al otro eso que de nosotros tememos. Se abren frente a nuestros ojos los abismos y, por supuesto, no suelen ser lindos, no porque nosotros llevemos dentro un infierno, sino porque asusta encontrarnos, tan de repente, abriendo puertas que son espejos.

En esa puerta nos vemos y es tan común el lugar que dan ganas de salir corriendo. ¿Quién quiere encontrar en el otro eso de lo que, al parecer, andamos siempre huyendo? La mayor parte de las veces emprendemos la retirada, cerramos la primera puerta, no siempre con cuidado, los portazos son frecuentes. Nos vamos con nuestro dentro a flor de piel: heridos de tan nosotros mismos. Apelamos al olvido, "los dentros deben siempre estar bien dentro", nos decimos, "nada bueno encontraremos en lo que desde la entrada anuncia abismos". 

El lugar común no es, como creemos, la oquedad que buscamos desde nuestro vacío; el lugar común es el feliz descubrimiento de aquello que llena lo que hay dentro. Habrá que abrir la segunda puerta, romper el espejo, sabernos comunes: si dentro de mí hay un paisaje sereno, quizá dentro de ti, dentro de él, dentro de todos los que no somos nosotros, haya algo igual que no sea aquel reflejo.

Aunque sea éste el más abominable de los lugares comunes, es necesario primero franquear nuestras puertas, hacer algo de nosotros, algo que pueda reflejarse sin producirnos miedo; entonces estaremos listos para abrir las puertas que son espejos... A menos que el resultado de nuestro acicalado dentro sea tan hermoso que nos quedemos embelesados mirando, una vez más, ese reflejo... En el amor siempre hay un riesgo: mirarnos unos a otros dentro, bien dentro.