Silencio incómodo©

Era un silencio cómodo, hasta que se empeñó en mostrarme que valía más que mil palabras.

Primero atacó a ras de línea borró los signos de puntuación me dejó huérfana de puntos seguidos apartes dobles comas puntos y comas paréntesis corchetes guiones medios bajos interrogantes y exclamación

Luego subio a traves de la tinta y la emprendio contra las tildes dieresis no encontro

no conforme redujo las mayusculas a su minuscula expresion

al final mortal estocada se llevo las vocales

Shhhhhhhhhhhhhhhhhhhhhh    

Érase que fue ©

Érase esta vez un zapatero, aunque éranse dos las diminutas alas que colocó en el talón de sus botines negros. Érase tan fina su creación, que aquel señor  ganó la fama de buen tabartalero: vistas de lejos, las alas fueron como el tejido blando de las libélulas que van en vuelo; vistas de cerca son otro cuento (uno marítimo donde no son más que velero). 

Érase de nuevo que nuestro viejo, harto de andar a ras del suelo, buscó entre la piel algun modelo que no anduviera firme en la tierra, que lo llevara sólo un poquito más lejos: dos centímetros, al menos, por encima del sitio desde donde miraba el universo. Érase al inicio ésto sólo un sueño, el plano exacto donde comienza cualquier proyecto.

Érase una mañana de otoño viejo, que con sus alas -recién planchadas- piso el estribo de musgo seco. Érase, aunque iba pateando vegetales restos, que crujían las ramas y crujían sus huesos. Érase de pie que aquellas alas no levantaban ni dos milímetros su peso: iban colgando, lacias y sueltas como el cabello blanco del caballero.

Érase por fin que, ni en principio, las alas del diestro anciano volarían. Pero érase también que el sólo sueño lo hicieron escultor de mis anhelos. Érase al final que no voló. Érase que ahora se ocupa de un sombrero. Érase que fue, en estas letras, motivo para ser en la derrota de nuevo la promesa de aquel vuelo.  

La milagrosa ©

Yo no soy milagrera, únicamente el milagro que late, que espera; no soy la que hace, sino la que encuentra sin búsqueda previa: milagrosa sin causa, porque serlo es consecuencia. 

El único milagro del amor es la misma condición que lo hace posible: ser humano que se transforma porque así lo desea; se sabe inacabado y construye jugando la mejor de sus versiones, la única cierta.

Mis cartas están marcadas, es sencillo adivinarme: juego con los corazones por delante, regalo tréboles y diamantes; las picas las dejo en el mazo, sobre la mesa (con las armas quiero seguir poco diestra). Es cierto: nunca gano, pero tampoco cuento las pérdidas, hago del olvido apuesta.

Si un día el corazón se esparce en pedazos, cada fragmento ha de vivir aunque sea sangrando y si de aquella masacre no logro recomponer los pasos, sabré seguir amando, con el hígado, con un pulmón, con el intestino o con el bazo. Amar, amor, es el milagro. 

Días contados ©

Hacía de los años cuentas:
pétreos días ónix,
hilando iniciales perlas,
era luna de la llena.

Fue a los bordes, entonces.
Bajo la curva, uña negra,
alineada noche encuentra:
ni ópalo cuarzo,
tan vivo de aquel espanto,
sólo sílice, arena.

De pronto se supo lecho,
más que láctea, menos vía:
remolino, polvo y huesos.

Bajó a los ríos del mundo,
con vacíos cántaros senos,
de la falda hizo ribera;
agitado el corazón.
Cascada en libre caída,
la espalda, líquido meandro.

A la mitad de la mengua,
la estera blanca barrió:
mineral, cuerpo marmóleo,
ovillo espera.

De agua volvió tintura.
tenía las manos de estrella,
sin brillo, sin luz alguna,
luciérnaga apagada:
insecto sólo,
aunque con alas.

Vistió de oscuro las grietas,
días contados de alma  vieja,
cosechando suaves surcos:
era luna de la nueva.