Caminabas hacia dentro sin rumbo desconocido, midiendo el tiempo exacto que duraba un abrir y cerrar del compás de tus pasos. Supongo que para ti la vida era sendero; la alargabas contando la distancia como se cuenta un cuento.
Te daba pereza el miedo, el tuyo más que el ajeno. Preferías el vértigo de los balcones, con un whisky mejor, asomándote al corazón dispuesto. Relojero, siempre puntual, no te sobraba el tiempo.
Solías evaluar las esquinas, doblez de pavimento, según salieran de ellas gatos o ratones. "Ahora vivo en un barrio muy roedor", me dijiste contento. Yo estaba por mudarme: "Alacranes, mejor mininos y más céntrico. La Roma", te expliqué. "Al fin que todos los caminos conducen a ella", fue tu respuesta.
Nos amistaron más los finales que los comienzos. La última página del libro de Kavafis, es más, el último de sus versos. La escena final de aquella película con sabor a pay de Blueberry y el resquicio de las tres puertas que cerré en mis andanzas y que tu pensabas debía dejar entreabiertas: "el amor puede no saber tocar el timbre", decías. Yo contestaba que, de ser, sabría meterse por la ventana.
Pero sobre todo, nos hicimos amigos por el fin del mundo. Quedó pendiente la apuesta, con todo y el Arcano XIII que saqué como argumento: mística yo, escéptico tú, sonriendo los dos. Tú sí podías tocar el sol: tus alas no eran de cera. Así te recuerdo. ¿El amor?, tenías razón Abel, te cuento que llegó a mi vida, ¡entró por la puerta!; del tarot fue la carta XV y todo parece indicar que trajo consigo la XVII. Pero el mundo, ¿sabes?, sigue sin terminarse.
2 comentarios:
Bellísimo. Como bella eres tú y como lo será él siempre.
Gracias por compartirlo con nosotros.
Te abrazo fuerte, muy fuerte, desde este lado del sol.
Un homenaje en letras,escrito con el corazón. Un fuerte abrazo para tí, él solo se adelantó.
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