Éntasis ©


El alma es una piel ligera como de gasa, lo sé porque la siento cuando se da la vuelta, cuando se hace remolino. 

Inicia en el fondo del ombligo; justo por debajo de la costura principal que se desprende se forma un hoyo que atrae el resto hacía sí. Poco a poco se van soltando los hilos de las extremidades, se desalman despacio, descubriendo cada milímetro de entraña. Galaxia de tela que se hunde en el cuerpo interno y empieza a ser sólo abismo; antes se tocaron útero y corazón, intestinos y garganta. 

Se va. Queda el instante vacío. Éntasis.

Luego, con la brevedad de una pirueta se vuelca, hace un doblez: equilibrista en el aro de la oquedad primigenia, cuelga al revés y asoma una punta que podría ser muy bien la de un pie. Vuelve al cauce como el agua del río que salva los diques; se tiende, estirándose hasta la última esquina del ser donde cose de nuevo los bordes; antes se tocaron garganta e intestinos, corazón y útero.

Vuelve. Llena de instante el vacío. Éxtasis.         

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