El Día del Juicio ©

En el escenario la muerte que baila. Es una ofrenda, danza para los que se han ido y regresan; huele a copal, hay flores, van marchitándose en el piso de tierra que se hace barro sobre los cuerpos que bailan.

Los difuntos acuden al llamado, es su día, les han dicho; hace tiempo que no hay día que no les pertenzca, pero igual vienen, no pueden defraudar a sus vivos: amasaron el pan, envolvieron en hojas de maíz los tamales, hicieron atole, dejaron humeantes las jarras de café, cigarros, aguardiente.

Llegará el día que no habrá ánimas solas, se acompañarán en las fosas que no alcanzaron a ser tumba porque sus habitantes perdieron los nombres antes de la mudanza, cuando se hicieron ovillo y no cruz, escuchando sus últimos estertores. 

Lo solos seremos los vivos, por eso empezaremos a recoger huesos perdidos para llevarles sobre las espaldas; se escucharán como sonajas los osarios ambulantes. Buscaremos entonces a nuestros muertos para salvarlos del olvido; en el camino hallaremos otros desconocidos que no podremos dejar a sus suerte, de por sí mala. 

Llegará el día en que no podremos con la carga; arrastrándonos como tortugas en cuatro patas, lentos, iremos hacia los hornos: en lugar de pan, haremos cenizas de los esqueletos, barro con el cubriremos nuestros cuerpos para danzar con ellos.

El Día del Juicio se levantará primero nuestros muertos, nos llamarán: "es su día, el día de los vivos que quedan y que piensan en los muertos".

1 comentarios:

Antonio Valle dijo...

Psicoanálisis del fuego, donde la muerte puede danzar como la llama del amor