Hadicidio ©

A Marie Pain, incógnita noctámbula con taquicardia, hermosa mujer hecha de terrones de azúcar, con dos gotas de limón y saliva amarga.

Yo no tengo hadas, ni diurnas ni nocturnas. Cuando las tuve, sólo una noche, me dió por cortarles las alas azules, esas cubiertas de polén sideral. Las hadas son como las luciérnagas: brillan en la oscuridad, aprovechan los resquicios de las madrugadas para encenderse y trepan por el cuerpo hasta las cavidades de nuestros cráneos. Son malos bichos, feas cuando las desalas como si deshojaras margaritas, de esas que dicen si sí o si no (pésimo habito, por cierto, ese de andar desmembrando flores blancas para obtener respuestas que ya conocemos).

Yo no tengo hadas tejedoras que se enreden en el cabello. Cuando las tuve, cometí hadicidio. No lo pude evitar: mirarlas reptando por el piso, mutiladas, diminutos gusanos verdes que se retorcían, incapaces de sostenerse sobre sus piernas de tanto volar, me causó naúseas y, ¿sabe usted?, odio vomitar. Por eso fuí inclemente, por eso, pero no nada más por eso. También me enfurecía que se presentaran cándidas y amorosas, cuando en sus ojos bailaban ansias de excavadoras cerebrales. Es que a las hadas, putas o castas, hay que mirarlas siempre a los ojos: la pupila de uña rota y lunar las delata.

Las hienas, porque son hienas, son de ellas; perritos falderos de las hadas que cantan en honor a sus ojos de luna creciente. Así como a veces a nosotras todo nos duele, a ellas no les duele nada: si aúllan es porque saben que de las cavernas oscuras en que se nos meten de noche, sus amas les traeran entrañas, carne muerta, podrida:, ¡carroñeras que gritan de júbilo, exitadas ante la demora placentera!

Cuando emergí de las profundas aguas oníricas,un domingo de resurrección que por algo sería, miré la masacre y no sentí nada. Junté, con escoba y recogedor, los cádaveres de esas hadas infames; eran como hormigas, cúmulos de vida exitinta sobre el azúcar con el que endulcé el amargo café de aquella mañana.

Son las hadas, hijas menores de Fatum ( asesino dios que hace sino), nunca está de más matarlas.

2 comentarios:

Marie Pain dijo...

Querida Tania,

Me siento profundamente emocionada (y conmocionada)... esto que usted escribe es hermoso y descarnado.

¡Gracias Miss Fields! Hiciste que se me pusiera la piel chinita

Preparé una respuesta y creo que te la haré llegar por inbox, habla un poco de mi enfermedad el "Mal Hadagio" y lo que me has hecho reflexionar.

Te mando un abrazo largo, con éstos, mis brazos cortos.

hanni torres dijo...

ho0la maestraa su cuento0 esta superr padree de verdd he wo0o0 bueno0 creo0 q cada kien lo0 interpreta d diferente fo0rmaa pero0 me encanto0 mas la parte de q

Es que a las hadas, putas o castas, hay que mirarlas siempre a los ojos: la pupila de uña rota y lunar las delata.
totalmente tiene ustd to0da la razo0nn superr su blo0gg