Si los poetas callan (Pies sobre la tierra) ©

Si los poetas callan, dejaremos de ver en nuestras manos caminos posibles; cada línea será sólo una raya más al tigre y, entonces sí, haremos trastes de los platos, tragaremos tristes hasta ahogarnos, seremos trigal segado.

Si los poetas callan, los ojos dejarán de ser mirada, luminosas cuencas llenas de agua y, entonces sí, huérfanos de guiño se harán pantano, sólo ausencia, recuerdo opaco de quien antes con ellos nos hablaba.

Si los poetas callan, la piel amada renunciará a ser abrigo, el cuerpo de ceiba no perderá las espinas y, entonces sí, prófugos del otro, no encontraremos bordes donde asirnos. seremos sólo abismo.

Si los poetas callan, las piernas de los caminantes serán las de ánimas en vuelo que van sin rumbo, perdidas entre múltiples senderos que no dejan huella y, entonces sí, las marchas serán fúnebres.

Pero no basta con que los poetas hablen. Tendrán que tender las manos, mirar en el sol los senderos, saber que ahí, entre el amarillo mar de trigo bueno, algunas amapolas son islas rojas, puño dispuesto.

No basta con que los poetas hablen. Tendrán que abrir los ojos, mirar de frente los surcos que deja el hambre en la frente alzada, encontrar el corazón sobre las alas de palomas blancas, pero también en el negro plumaje de los cuervos gordos.

No, no basta con que los poetas hablen. Tendrán que acariciar la piel ajada de la desesperanza, reconocer en ella los callos, saber que no siempre liman las palabras blandas; tendrán que parar un momento la marcha, agacharse a recoger las bien intencionadas piedras y descalzos sentir la herida, con los pies sobre la tierra en que se plantan.

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