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Por las noches, cuando el silencio se aproxima a nuestra cama, miro el sol de los buenos días que nos damos cada mañana; es una bola roja, de estambre que se enrolla entre tus piernas, que enlaza mi cintura y rueda, rueda hasta deshacerse sobre la alfombra, pinta el sendero, el sino llano que es madrugada.

Por las tardes, cuando el espejo me devuelve la mirada, veo tus ojos que me observan; arroyo de mercurio que resbala sobre mi cuello, desde el fondo baja a los hombros, escurre por la espalda, sigue su curso que hace orillas, lava el río de lava.

Por el día, cuando sacudo el cabello húmedo para sacarle los sueños, encuentro en los residuos de la noche la huella de tus dedos; pluma azul que tiñe suave gotas de agua, se empeña en hacer tinta que dibuje mis palabras.

Por la vida, cuando me sé a tu lado, por ti y por mí acompañada, nada hay en el mundo más que el rojo sol que he seguido, desde la alcoba hasta la sala; te lo entrego hilvanado de camino con el alma.        

1 comentarios:

Anónimo dijo...

Me gusta seguir tus letras, cada vez que te leo provocas espirales en mi imaginación. Como te dije anteriormente....Bello! Gracias por compartir y compartirte.