Hacía de los años cuentas:
pétreos días ónix,
hilando iniciales perlas,
era luna de la llena.
Fue a los bordes, entonces.
Bajo la curva, uña negra,
alineada noche encuentra:
ni ópalo cuarzo,
tan vivo de aquel espanto,
sólo sílice, arena.
De pronto se supo lecho,
más que láctea, menos vía:
remolino, polvo y huesos.
Bajó a los ríos del mundo,
con vacíos cántaros senos,
de la falda hizo ribera;
agitado el corazón.
Cascada en libre caída,
la espalda, líquido meandro.
A la mitad de la mengua,
la estera blanca barrió:
mineral, cuerpo marmóleo,
ovillo espera.
De agua volvió tintura.
tenía las manos de estrella,
sin brillo, sin luz alguna,
luciérnaga apagada:
insecto sólo,
aunque con alas.
Vistió de oscuro las grietas,
días contados de alma vieja,
cosechando suaves surcos:
era luna de la nueva.
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1 comentarios:
Ya extrañaba tus letras. Me encantó, Tania.
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