Tierra nueva

Lo malo del vacío no es llenarlo, sino las fisuras que siempre quedan, esa rendijas que se abren con cualquier golpe de viento; la brisa que en un descuido se vuelve tornado, arrasa con todo, te deja en un tiempo y un espacio que ya viviste, que dejaste de vivirlo porque, ¡carajo!, no querías seguir viviéndolo.

Ahí está, se instala sin permiso en el sofá nuevo de tu nueva vida, enciende el proyector, deja claro que no te has librado de antiguas facturas, las dejaste sin pagar y en el ámbito de lo interno no hay Barzón que valga: "debo, no niego, pago no puedo"; "¡a joderse que de acá nadie se va con cuentas pendientes!": no hay manera de asesinar fantasmas y basta una oración mal pronunciada para invocarlos.

La puta clemencia, con las piernas abiertas y el corazón indispuesto, comején oculto entre las vigas de tu, ¡ja!, novísima existencia. ¿Quién te contó el cuento de que se empieza de cero?, ¿quién te dijo que eso era posible? Acá nada es nuevo, ni tú con tu renovada actitud; no eres jardín libre de mala hierba, ya se sabe, esa cuando muere deja semilla.

¿Por qué te sorprende encontrarte los tallos de vez en cuando, alguna raíz perdida, la espina? Llegaste al predio plantado, nadie tiene tierra nueva entre las manos, sólo tú puedes creer que basta barbechar una vez en la vida; no, el trabajo no termina.

Mírate, ahí están las cicatrices que cubriste con maquillaje, un error y las tendrás abiertas: basta que te digan que no existieron para que las recuerdes. ¿Qué vas a hacer?, ¿llorar porque el sillón nuevo se llenó de invitados que no esperabas? Llora, pues, ¿y luego? De cualquier forma tendrás que arrancar los brotes que no te gustan.


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