Lo que alguna vez fue destino ©

Esta noche encontré un nuevo surco en la palma de mi mano izquierda, sigue un rumbo poco habitual, del dedo meñique baja casi hasta el pulgar. Ayer no estaba, puedo jurarlo, es más, en este instante le doy mi palabra a ese camino recién arado a fin de que me crean: es sendero limpio, no proviene de mi pasado. Tampoco creo que tenga algo que ver con el futuro, a juzgar por la poca profundidad que tiene y, bueno, lo confieso: pasé la yema de mi dedo índice (el de la mano derecha) sobre él y descubrí que se borra fácilmente; es puro presente, estoy segura de que mañana ya no estará.

Sé que es notorio que estoy poco o nada sorprendida con el hallazgo, la verdad es que esas cosas me suceden con frecuencia y me he acostumbrado a saberme así, cambiante, a pedazos otra, con pequeñas modificaciones cada día que cualquier noche dejan de existir. A veces no es tan rápido el ciclo. Por ejemplo, un par de meses anduve con una peca nueva en la nariz, justo en el borde, amenazaba con caer sobre mi mejilla derecha y quedarse ahí para siempre, junto con las otras pecas que he tenido desde que nací, pero no, se fue, como se van esas apariciones, de pronto, sin mayor explicación.

Pero el surco es un poco distinto, lo es porque aunque sé que se irá más pronto que tarde, dentro de un par de horas a lo sumo, algo de destino tiene, de un destino que se está cumpliendo ahora mismo, sino impostergable por el que no he esperado, simple, llano, como la tinta, como el papel, como el monitor y el teclado de este artefacto que ahora me sirve para escribir. 

El camino del que les hablo no es más que pretexto, nació para que me pusiera a escribir esta noche, así como lo estoy haciendo. Pienso mientras tanto que hay huellas que se borran, que la ausencia no siempre se mantiene presencia, que Derridá se equivocó esta vez: una puede, medio dormida, dibujar con un poco de tinta un sendero sobre la palma de la mano izquierda, descubrirlo la tarde siguiente y ponerse a escribir para que la línea descubierta se encarame sobre las falanges, haga espirales extendiéndose hasta las muñecas, para hacer de aquel camino incierto un dibujo, sin direcciones precisas, sin nombres; ese es el camino mediante el que borramos lo que alguna vez quiso ser destino.

0 comentarios: