Me tengo huerto ©




Dentro de mí,
de nada más tengo certeza, 
hay un paisaje pequeñito, 
nada dentro de él es portentoso, 
nada es recio, nada avasalla. 

No soy un bosque frondoso e inescrutable, 
con lunas llenas que triplican su tamaño,
ni llevo inmaculado el firmamento. 

No tengo un río caudaloso: 
soy un riachuelo con pocas piedras, 
transcurro líquida pero en silencio. 

No hay laberintos complicados, 
sólo senderos que dan la vuelta,
un sola encrucijada: yo misma. 

No tengo orquídeas, 
ni malvas en el pecho, 
sólo en las manos
un par de helechos. 

No tengo primaveras
que en jacarandás estallan.
No tengo otoños
de amarillos y crujientes lechos,
ni veranos que quemen, ni áureos inviernos.

No soy desierto, ni dunas,
sólo la arcilla, un poco húmeda,
de un cuenco abierto.

No tengo selvas, no enredo lianas,
tejo pulseras con las raíces
más pequeñitas de un limonero.

No soy estepa, ni tundra,
ni hielo seco, ni mar adentro,
baja marea, una orilla tengo.

No soy la historia ni soy el cuento,
voy en palabras, sueltas y vagas,
falta la métrica, no voy cantando,
no llego a verso.

No soy mentira, 
tampoco a medias,
ni la verdad está en mi centro,
no estoy ni soy, sólo me tengo,
así imperfecta, así por dentro.

No llevo fuego en parte alguna,
aunque mantengo un brasa pura,
rescoldo tibio, cenizas y muertos.

No tengo viento, ni altos vuelos,
subo las cimas, con pies pesados,
de un viejo almendro.

Me tengo agua, gota tras gota,
no soy montaña, me tengo huerto:
es tan pequeño, es tan mío, está tan dentro. 

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