Prefiero el témpano ©


Prefiero el témpano al relámpago.
El témpano se sabe completo:
estruendo y caída al mismo tiempo.
El relámpago está escindido:
es primero trueno, sólo más tarde rayo.

Prefiero el témpano al relámpago.
El témpano se desprende ruidoso,
pero su grito no es un grito de auxilio.
El pobre relámpago anuncia el espectáculo:
"¡Escuchen, serán testigos de mi muerte luminosa!"

Prefiero el témpano al relámpago.
El témpano calla después de haber caído;
en silencio navega, se recompone,
gira y gira, siempre sobre sí mismo;
se deshace sin miedo, tranquilo.

Prefiero el témpano al relámpago.
El témpano vuelve al origen
cae cada nuevo día soleado.
El rayo es luz por un momento,
se apaga, no atina nunca a ser el mismo.

Prefiero el témpano al relámpago,
como prefiero el silencio frente al ruido,
Prefiero el témpano al relámpago
del mismo modo que me prefiero a mí,
cíclica y en silencio, recompuesta y caída,
en el curso de mis ríos. Más que luz soy agua.

 

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