Las cosas de mi abuelo (Quinta parte)©

Mi abuelo tenía secretos, un par de ellos se revelaron a su pesar después de muerto. Tenía un segundo nombre para nosotros desconocido, un nombre feo, casi cómico, que se prestaba a los chistes de mal gusto. Supongo que a él no le hacía gracia tenerlo, pues lo ocultó en serio: apareció escrito en una credencial que guardaba en un cajón, debajo de muchos otros papeles y envuelta con una bolsa plástica negra. Mi hermano la halló, no sé cómo ni por qué; cuando me la mostró pensé que era como si hubiera escondido mi abuelo la evidencia de un crimen que cometió alguien a quien se quiere mucho. Otro de sus secretos lo hice mío,  por eso me siento con el derecho a mostrarlo: el amor oculto que le profesó hasta el día de su muerte una mujer... ¡que no era mi abuela!

"A tu abuelo yo lo quise mucho, mucho, mucho", me dijo una anciana desconocida hace algunos años cuando yo caminaba con mi madre por las calles de su pueblo. Por un momento pensé que era una más de las personas que habían querido a mi abuelo porque a él lo quiso medio mundo, como se quiere a la gente que es buena de verdad, desde dentro. Sin embargo, ella pronunció esas palabras de tal modo que parecían hechas de terciopelo, las pronunció además con todo el cuerpo: con sus manos cálidas y suaves que sostenían entre ellas una mía, con la mirada más linda que he visto, con la sonrisa del amor que nunca fue correspondido. "Te pareces a tu abuela, eres bonita", alcancé a ver un dolor pequeñito que se asomó desde el fondo de sus ojos.

"Sí, fue novia de tu abuelo", me dijo mi madre adivinando como siempre mi pensamiento. "La dejó casi en el altar; conoció a tu abuela y cambió de novia para la boda. Ella nunca se casó, lo esperó toda la vida pero él ni viudo volvió". Mi abuelo sabía guarecerse de los malos tiempos no sólo con la ropa: nunca hablaba de lo que dolía, quizá por eso se murió a destiempo, sin que supiéramos siquiera que estaba enfermo. Un crimen cometido por quien más quiero.

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