Zurcir la pena ©

"Mujer-viento" Imagen tomada del blog de Paula Heredia

Soy madeja.
En esta revuelta
dejé de buscar
una punta de hebra:
es lo mismo el pedazo
de la hilacha si vuela.

Principio y fin.
No puede ser de otro modo
en el medio del todo.

Puedo a veces soltar,
de entre todos los hilos,
un pequeño nudito
que acaba abrazado
en la esquina siguiente
del telar que desgarro.

Me hago garras.
No puede ser de otro modo
cuando se es tela vieja.

A retazos suelo cubrirme
de pies a cabeza
después de la burda batalla,
en el vértice de costuras añejas,
donde todo es un lío
con el suelo en la testa.

Tengo y soy un diminuto caos:
hilitos rotos sin andar a la deriva.
En el centro el vacío,
vórtice herido: una huella dejada
por la mano siniestra
que, maldito el día, eligió hacerme hueca.

Soy la orilla y el hoyo.
No puede ser de otro modo
cuando no se es completa.

A pesar de aquel yerro,
y del hierro candente
en un tiempo que fui
lo mejor que podía,
me encontré los vestigios
que ahora tejo entre el fuego.

La ceniza es la brasa.
No puede ser de otro modo
cuando se hace rescoldo.

Aunque sea con despojos
de aquello que fui,
sigo siendo con ellos
lo mejor que he podido.
No está mal este oficio.

Hilandera perpetua.
No puede ser de otro modo
cuando zurces la pena.

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