Diminuta e instantánea ©


Nació alrededor de una hora después de una tormenta, torrencial y oblicua, que entró de lleno por la ventana y mojó la alfombra de la habitación. En medio de la mancha húmeda apareció un diminuto brote vegetal; el pequeñísimo filamento enroscado le recordó la lengua de un camaleón y se sintió contenta al pensar que quizá por debajo de la alfombra nacía el bosque donde vio aquel bicho verde brillante cuando era niña.
No terminó de imaginar cuando el brote se desenvolvió con rapidez y en cuestión de minutos pudo distinguir en él una planta con tallos, hojas y un capullo, uno solo que se hizo flor de pétalos violáceos y pistilos del color del sol. Como era de suponerse, en dos parpadeos la planta se secó; había muerto y de la humedad en la alfombra no quedaba el menor rastro.
Varios días intentó repetir la experiencia: regaba el pedazo de alfombra como si de una maceta se tratara. Consiguió una fina capa de humus que al principio le pareció prometedora, pero que después encontró no sólo inútil sino incluso peligrosa. Desistió. Desde entonces deja la ventana abierta: espera que alguna tormenta, torrencial y oblicua, vuelva a dejar en su alfombra la semilla de una flor diminuta e instantánea.

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